Opinión
Por Marcelo Vera , 23 de julio de 2020El síndrome de Burnout o el sentimiento de “estar quemado” que se vive en clínicas y hospitales
Atención: esta noticia fue publicada hace más de 4 añosDr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Luego de estar atendiendo por largos y extenuantes turnos a pacientes con Covid-19, el personal médico y de enfermería sale de las unidades de urgencias y cuidados intensivos con: síntomas de deshidratación, agotamiento físico, empapados de sudor, con náuseas, cefaleas, mareos, hipoxia leve, con un gran sentimiento de temor y angustia, variables que pueden conducir a un verdadero colapso físico y mental de una persona.
Tanto es así, que el Dr. Sebastián Ugarte, médico jefe de la Unidad de Paciente Crítico de la Clínica Indisa –quién se ha convertido en una suerte de referente nacional en relación con la pandemia por coronavirus–, ante la frustración y desesperación del cuerpo médico a causa de los elevados índices de contagio a nivel nacional, no pudo contenerse emocionalmente, al expresar públicamente lo siguiente: “¡Nosotros estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo, pero por el amor de Dios, ayúdennos a evitar una tragedia mayor!” dirigiéndose a los ciudadanos de nuestro país.
El “síndrome de estar quemado”, “desgastado” o de burnout, representa un trastorno grave de salud mental de tipo crónico que puede ser gatillado por una condición de estrés y sobre exigencia laboral que aparece con frecuencia en trabajadores de todo tipo, pero en forma especial, en servicios de tipo asistencial: personal de salud en servicios de urgencia y/o que están relacionados con enfermos en estado crítico.
Es así, por ejemplo, que el cuerpo médico, enfermeras y técnicos de la atención primaria de la red de salud pública y privada, reclaman –y con justa razón– estar literalmente “sobreviviendo” cada día a impactantes experiencias emocionales en clínicas y hospitales que están sobre saturados con pacientes contagiados con Covid-19, tales como el miedo a contagiarse –y contagiar a sus respectivas familias–, el temor a cometer errores fatales por exceso de cansancio, frustración por los magros resultados obtenidos en frenar los altos índices de contagios, angustia e inseguridad al estar palpando de muy cerca la muerte de cientos de pacientes que fallecen todos los días por coronavirus.
El concepto “burnout” fue acuñado por el Dr. Herbert Freudenberger, psicólogo norteamericano, en su libro “Burnout: el alto costo del alto rendimiento” (Burnout: The High Cost of High Achievement), siendo uno de los primeros en estudiar y describir los síntomas del agotamiento profesional. La definición médica conceptualiza el síndrome de Burnout como el “resultado de un estrés crónico en el trabajo que no se ha podido manejar con éxito”.
A raíz de lo anterior, los distintos estudios e investigaciones que se han llevado a cabo, analizan y definen al burnout de dos maneras:
1. Como un estado de fatiga crónica, desgaste profesional o frustración que se produce en función de una devoción y entrega a una determinada causa, o bien, como consecuencia de una relación profesional que no produce la recompensa o satisfacción deseada.
2. Visto como un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y reducida realización personal que puede ocurrir en individuos que realizan diversas labores relacionadas con personas. En este sentido, el burnout está constituido por tres dimensiones: (a) un agotamiento físico y emocional, que implica la pérdida o desgaste de los recursos emocionales de la persona, (b) un estado de despersonalización y alienación que genera una serie de actitudes negativas o de carácter marcadamente insensible hacia los demás, (c) una evaluación negativa del propio trabajo, que afecta directamente al sujeto y que lo hace sentirse insatisfecho en el plano personal.
El burnout no desaparece como por “arte de magia” al tomar algunos días de vacaciones y tampoco puede ser asociado con el sólo hecho de estar con una “sobrecarga de trabajo”. El burnout está directamente vinculado con el desgaste emocional, un sentimiento de desmotivación personal y frustración ante situaciones que no se pueden controlar.
En el ámbito de la salud, se está produciendo, hoy en día, un grave conflicto de principios y valores entre la desbordada demanda institucional de salud versus las prestaciones de salud dignas y de calidad que las personas debieran recibir, así como también por el hecho de observar el diario sufrimiento de los pacientes y sus familias por la dificultad de obtener aquella atención digna y respetuosa que la gente se merece. Las principales fuentes de burnout son: el exceso de trabajo, sentimiento de recibir poco apoyo, frustración, insuficiente reconocimiento a la labor realizada, falta de control sobre las tareas ejecutadas, etc.
Las respuestas de las personas a las fuentes que generan el síndrome del burnout son diversas y variadas: aparición de un desánimo que se torna invalidante, resentimiento, impotencia y frustración, condición que puede ser acompaña de afecciones de salud, adicciones, ideación suicida, indiferencia, cinismo e insensibilidad, a raíz de un intento por “anestesiar” el dolor y la frustración que experimenta la persona. Algunos de los signos que indican la posibilidad de estar sufriendo el síndrome de burnout son los siguientes:
Síntomas de tipo físico: falta de energía, fatiga crónica, debilidad, susceptibilidad aumentada a sufrir enfermedades, trastornos intestinales, jaquecas, tensión muscular, dolores, insomnio y trastornos del sueño, presión arterial alta, abuso de alcohol.
Síntomas de tipo emocional: depresión, impotencia, fuerte autocrítica, desesperanza, ansiedad, temor, angustia, irritabilidad, tendencia a generar conflictos (familiares y laborales), desmotivación, frustración, distanciamiento emocional.
En función de todo lo anterior, sólo es posible hacer una serie de sugerencias y recomendaciones a las personas que sienten que están llegando a su punto límite de resistencia: reconocer y tomar conciencia del estado de burnout en el que puede estar cayendo, pedir y saber aceptar toda la ayuda que puedan brindar terceras personas, recibir el apoyo de un equipo de especialistas y expertos en el tema, con la finalidad de manejar y buscar superar el estrés, temor, frustración y cansancio.