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Por Oscar aleuy , 25 de octubre de 2023 | 10:43

El Cartero del amor, desde Coyhaique hacia el mundo

  Atención: esta noticia fue publicada hace más de un año
El Cartero del Amor se constituyó en todo un fenómeno mediático. El autor Óscar Aleuy, en un arrebato de creatividad, junto a su mentor e inspirador, el dramaturgo francés Edmond Rostand.
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Variadas sorpresas ocurren cuando un poeta provinciano viaja a Santiago a materializar la idea de un señor medio loco que escribe cartas para enamorados (Crónica del escritor Óscar Aleuy)

En la primavera de 2005 nos fuimos a arrendar una casa con mi hija Daniela al barrio de Ñuñoa. La vetusta fachada colonial nos dejó con el convencimiento de que algo especial sucedería ahí. Ya estando en Coyhaique había logrado diseñar un plan para abrirme paso a la locura en Santiago de Chile y mi corazón y mi cuerpo tenían hambre de hacer algo distinto, especialmente cuando recibí varias señales que se dieron casi simultáneamente. 

La primera ocurrió cuando una mujer quejumbrosa y mortificada llegó hasta mis talleres de la antigua calle Horn en Coyhaique, para pedirme que le redacte una carta de amor. Bastantes años antes, durante mis estudios universitarios de 1970, la profesora de Poética Olga Lolas nos había gratificado a Manuel Peña y a mí, diciéndonos: ustedes serán los próximos poetas, con una voz potente y descomunal que provocó un halo de envidia entre los condiscípulos.

La casa de Santiago y las primeras señales

Apenas transcurridos dos meses desde mi llegada a esa casa añeja y colonial de Santiago, apareció en el salón un pequeño gato amarillo. A los tres días, se perfumó el patio entero de la casa con el aroma dulce de las camelias. Y a la semana siguiente, la casera de la esquina comenzó a sonreírme perturbadoramente cuando iba a comprar el pan. 

Aunque por un momento pensé que estaba demasiado viejo para buscar una ocupación, nunca bajé los brazos ni me eché a morir, a tal punto que incluso me di el trabajo de manipular mi provincianismo y abrirme paso a como dé lugar por entre una inusitada tormenta de ideas.

¿Qué hago ahora? —me pregunté intranquilo. Pensaba alternativamente en la mujer que me buscó para que la aconseje sobre amores imposibles en Coyhaique y en el galardón inesperado de poeta que me otorgara la profesora en medio de una clase. Esa noche escanciamos con mi hija unas botellas de buen vino, conversamos largo y nos reímos juntos hasta que amaneció. Le conté sobre mis ideas y se sorprendió.

—Algo bueno tiene que salir de esto— señaló con una explosión de júbilo, hasta enfrascarnos en estrategias erráticas e inconclusas y quedarnos dormidos en el living para despertar muy tarde al día siguiente.

Una idea que germina rápido

Por la mañana no pasó gran cosa, fuera del largo silencio. Pero avanzadas las cuatro y media de la tarde, debajo de las camelias y zumbándome fuerte los oídos, inventé al personaje de esta historia: el cartero del amor.

Las cartas de Coyhaique tomaban cuerpo ahora, por fin, después de tantos años, para convertirse en depositarias de los afectos y las pasiones calladas. Ahí estaba el cartero, un paladín de las buenas noticias, de las frases certeras y precisas, un nexo que se atrevía a relacionar a un hombre y una mujer con un lápiz y una hoja de papel.

Cuando se inventa algo y se echa a andar, se perpetúa más tarde. Recuerdo esa tarde cando llegó Mauricio, el periodista, y entre tazas de café y unas tostadas, le dimos fuerte a la idea de anunciar que a Santiago había llegado un cartero que escribía mensajes para las parejas de enamorados. Sólo eso bastaba para montar la estrategia.

—Algo bueno debería salir de esto —volvió a repetir como lora mi hija. En tanto, Mauricio pintó la idea como descabellada y loca, aunque no lo bastante buena aún para esperar el éxito.

—Pero tampoco tan mala. Hay que pensar que tú debes caracterizar a un personaje y hacerlo real, andar, recorrer, visitar, incluso caracterizarte, responder llamadas, asegurarte de un itinerario. Así como están hoy las cosas, es probable que esto se convierta en un fenómeno. O a lo mejor no.

—Claro, pero debe ser un golpe fuerte y rápido. Si logramos que aparezca la noticia en un medio masivo y de enorme cobertura, tenemos al público ganado.

—Vamos, que ya tengo redactada la noticia. Será una bomba.

Las publicaciones y las emisiones

Lo primero que apareció fue una sección de páginas centrales en las Últimas Noticias un día domingo. Eran páginas elegantes y llenas de párrafos y fotografías. Un pedazo de crónica digna de elogio.

Dos días después, Macarena Pizarro de CHV remeció con su sex appeal las pantallas de CHV al colocar un reportaje de 15 minutos al final del Noticiero central de las 21 horas. Recuerdo que fue todo un montaje, llegaron a la casa dos camarógrafos y un conductor, me obligaron a ponerme exactamente donde ellos decían, grabaron entrevistas con preguntas preparadas y filmaron el repor en Agosto de 2006. Pero había que hacer más, y en cosa de minutos fuimos al emporio de la esquina donde la propietaria mostraba a su hija arrastrando una pena de amor no correspondido.

Esa noche de noticias apareció la muchacha llorando y el cartero atendiéndola detrás de un escritorio para escribir la carta mientras la voz relataba todos los detalles. Se vio la imagen triste y compungida de la mujer, con un fondo musical conmovedor que invadía la escena.

Después visitaron la casa de Ñuñoa los muchachos del Diario La Cuarta, poniendo una foto en la portada que decía Cartero del amor escribe fogosas cartas a sólo 5 luquitas. En el interior de la página 2, el rotundo título: Cesante ilustrado se gana puchero a lo Cyrano de Bergerac. Y el cuerpo: Si su pareja no lo pesca ni en bajada, anda mirando p’al lao y todas las noches se saca el pillo con el viejo truco de que le duele la cabeza, no se eche a morir. Por un par de luquitas y sin moverse del escritorio, Oscar Aleuy arma fogosas cartas para sufrientes desconocidos.

Pasaron otros programas, como el de Carlo von Müllenbrock del Mega, para lo cual tuvimos que ir a una plaza, filmar muchas veces escenas de proximidad a un pequeño café donde nos esperaba otra muchacha que era víctima del amor imposible. La carta fue construida con ella sentada a una mesa, casi llorando, mientras contaba detalles de su drama. Al final se lee la misiva y es el conductor quien se emociona.

Más adelante llegaron varias radios, la Caracol de Colombia, la Ciudad de La Habana, la Ser de Madrid, otra de Miami en español, y muchas de regiones, Puerto Montt, Viña del Mar, Biobío, Duna y Pudahuel.

Un resultado espectacular

La verdad es que sucedieron muchas cosas en este corto período del cartero. Entre las más importantes, la forma que tenían los clientes de establecer contacto, entregando una dirección, hasta donde el cartero se dirigía (Estación central en una moto negra, Barrio del Cementerio, Plaza Ñuñoa, dentro de un auto rojo Datsun, Gran avenida en un ciber, plaza Italia en un bar, una oficina del Banco del Estado por la tarde, y muchísimas más. El trámite consistía en escuchar la historia (idealmente en un ciber), guardar la carta que se redactaba instantáneamente al oír la historia, corregir algunas partes cuando sea necesario y finalmente imprimirla en papel y cobrar. La misión se había cumplido.

El libro publicado por Ril, se llamó “Cartas del buen amor”. Daniela, la hija del autor, estuvo en el proyecto, desde el principio en su casa de Ñuñoa.

El libro de las Cartas de Amor

Ojalá todo hubiera terminado ahí. El año 2010 la editorial Ril, entusiasmada con la idea, publicó Cartas del Buen Amor, emulando al dramaturgo francés Edmon Rostand: una obra genial, donde se puede sopesar perfectamente el efecto dulcificador y preciso de un trabajo de escribidor de cartas emotivas, donde el personaje, Cyrano de Bergerac, se presenta como alguien que provoca hondas emociones. 

Como lo dije en el título, una experiencia alucinante, con una estrategia perfecta. Por algo, Daniela mi hija cantante, había tenido ya un reconocido éxito de taquilla el año 2000 al lograr un segundo lugar en Viña, estremeciéndose en grandes escenarios y viajando por Chile y América en medio de un torbellino de aplausos. 

La primera carta se desenvuelve con un soplido fundamental, desbordada de emoción y éxtasis­: 

Mi querida Roxana: Te quiero, porque apareces entre mi sueño temprano y me enlazas y me elevas como una bruma infinita, obsidiana de diamante, caracola marina, reina de rumor y siglos profundos.

La vigésima carta sobrelleva la duda vital, con el aliento enredado de una pasión furtiva: ¿Serías tú acaso aquella que me busca por las noches frías y se adhiere completa a mi cadera sigilosa durante los últimos murmullos?

Al ganarme un puesto en el dardo celestial de los poetas que escriben cartas pasionales, me permití admirar mucho más a Don Amor y sus cuitas en un profundo vertedero de sensaciones. Como aquel bellísimo vislumbre que el guatemalteco Asturias nos propone en sus obras completas: dar es amar…por cada gota de agua devolver un torrente.

OBRAS DE ÓSCAR ALEUY

Óscar Aleuy, escritor coyhaiquino

La producción del escritor cronista Oscar Aleuy se compone de 19 libros: “Crónicas de los que llegaron Primero” ; “Crónicas de nosotros, los de Antes” ; “Cisnes, memorias de la historia” (Historia de Aysén); “Morir en Patagonia” (Selección de 17 cuentos patagones) ; “Memorial de la Patagonia ”(Historia de Aysén) ; “Amengual”, “El beso del gigante”, “Los manuscritos de Bikfaya”, “Peter, cuando el rock vino a quedarse” (Novelas); Cartas del buen amor (Epistolario); Las huellas que nos alcanzan (Memorial en primera persona). 

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